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Un pony en el S-Bahn de Berlín

Cuando mi colega me pasó este vídeo no me lo creía jajaja

Que buen rollo que tienen estos berlineses. Llevar un perro en el metro de Madrid ya es casi imposible de ver como para meter un pony.
¡Si es que con cosas como esta te dan ganas de viajar más a menudo!

Noticias del hogar

Esta tarde me he emocionado viendo las primeras fotos del entorno en el que tendré que desenvolverme durante al menos medio año (será más, ¡¡mucho más porque pienso merendarme Berlín!!). Son unas fotos que muy amablemente mi colega ha echo esta mañana para que yo pudiera dar mi opinión de la zona en la que se encontraba el piso.

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Es una zona bastante tranquila en la que los residentes más frecuentes son en su mayoría de nacionalidad, habla y costumbres alemanas.

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Y los supermercados también son bastantes.

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El LIDL.

Aunque no por ser tranquilo significa que esté perdido o olvidado; de hecho, mirando un poco el Google Maps he podido constatar que está muy bien conectado con el tema del transporte público en cuanto a U-Bahn, S-Bahn y TRAMP se refiere.

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También hay cerca una pequeña galería de arte…

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…una tienda de productos del mediterráneo…

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… y una especie de fábrica antigua que parece que usan para dar conciertos.

En cuanto a hospitales creo

En cuanto a hospitales creo recordar que mi amigo también me ha comentado que tenemos uno bastante cerca.

No está del todo mal, ¿no?

Además la nieve que pude ver en las fotos me dio todavía más ganas de viajar cuanto antes (siempre me ha encantado la nieve y nunca me ha importado pasar frió;  pero claro, esta postura puede que cambie en cuanto llegue a las tierras alemanas, me baje del avión y un escalofrió tiritante recorra cada célula de mi cuerpo de arriba abajo).

Iniciando preparativos (ACCIÓN!)

Una vez decidido el camino a seguir lo mejor es ponerse manos a la obra. Iniciar los preparativos, poner en orden todo, pensar en el futuro equipaje, arreglar papeleos, conseguir un billete de avión, etc.

Como leí en un libro de lo más interesante y titulado Como obtener y mantener el éxito personal y profesional:

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La acción de nuestros actos elimina el miedo a llevarlos a cabo.

De modo que, ¡manos a la obra! No hay tiempo que perder y lo primero que tengo que hacer es repasar mis libros de inglés, descubrir datos y lugares de Berlín y antes que nada hablar con mi amigo para acordar las fechas en las que seré bien recibida en los nuevos horizontes.

El comienzo…

“Bueno, supongo que aquí es donde arranca mi historia, o al menos, la de aquí en adelante; pues hay demasiada ya vivida a mis espaldas y de la cuál solo mencionaré partes”

Mi nombre completo es Esmeralda Puerto Miguel. Tengo 20 años y nací en la tranquila provincia de Segovia, territorio que forma parte de Castilla y León, España. Al igual que los jóvenes y la gente de mi edad soy estudiante, o al menos lo era hasta hace poco, pues anulé mi matrícula hará tan solo un par de semanas en vistas de un incentivo mejor. Tengo una familia encantadora de la cual forman parte padre, mi madre y mi hermana pequeña (un bicho), además de mi gran perro (Chispi). Vivo en un piso humilde el cuál mis padres continúan pagando, así como un sin fin de facturas que todos los meses llegan sin retraso ni error alguno al domicilio. Por último diré que mi filosofía siempre a consistido en un “vive y deja vivir”.

Desde pequeña siempre admiré a la gente que era capaz de irse fuera a vivir, de adaptarse a otras culturas y de aprender de todo lo que les pasase, ya fuera bueno o malo. Programas que informaban de experiencias y vidas como las descritas como Callejeros-Viajeros, Españoles por el Mundo o Pekín-Express me encantaban.

El estudio de la historia también me ayudaba a querer vivir un experiencia semejante, pues para mí era una idea muy romántica pensar en la posible vivencia del papel de los personajes de las leyendas o las fábulas. Ser uno de esos grades personajes que la historia recordará por siempre: CarloMagno, Al-Nasir, Arturo, Aristóteles, Einsteing, Frida Kahlo, Leonardo Da Vinci, Velázquez… Un nuevo descubrimiento,  las costumbres de los Países de Norte, de Ámerica o del Lejano Oriente, las épicas batallas que se han sucedido por todo el mundo, hechos de gran relevancia, un yacimiento arqueológico… las huellas que las gentes dejaban dejaban en cada ciudad que fue construiday el arte, me cautivaban.

Sin duda estudiar arte era una bonita forma de seguir en contacto con mis sueños y por esa razón me inicié en el trato con la ilustración y el dibujo, la creación de mis propios relatos escritos, la música más diversa que encontraba, el placer de la lectura de un buen libro, el deleite visual de observar una obra, descubrir una nueva figura de inmenso talento, etc. Todo lo que a mi juicio transmitía alguna historia o aquello que me pudiese proporcionar nuevos conocimientos pasó a formar parte de mi día a día.

Sin embargo, seguía teniendo un pequeño obstáculo en mi camino: me daba miedo dar el paso. No sabía por dónde empezar o si tan siquiera como hacerlo. Tenía apuro a caer. Al fracaso. Si perdía en mi juego, peleando por mi sueño, ¿cómo continuaría?

Para mi fortuna la suerte pareció sonreírme el verano pasado tras acabar mi segundo año de estudios en el módulo de Ilustración. Mi teléfono móvil comenzó a emitir su acostumbrada melodía advirtiéndome de la llamada de un número desconocido para mí hasta la fecha. Cuando lo cogí se me comunicó cortésmente que me encontraba hablando con uno de los encargados del Consorcio Erasmus y que estaba dentro de los candidatos para la Beca Erasmus.

¡Mi alegría no podía ser más grande!

Nunca pensé que me fueran a conceder una beca y mucho menos que fuera a ser una en la que estuviera incluido mi primer viaje al extranjero. Mi destino era Bruselas, la capital de la Unión Europea. Me demostraría que era capaz de valerme por mi misma por primera vez y sin la ayuda de mis padres, de amigos y demás personas de mi entorno. También tendría que poner a prueba los conocimientos aprendidos en las lecciones de inglés de incontables años de educación obligatoria. Y lo que era más importante, tendría la oportunidad de trabajar en una empresa por primera vez. Todo sería de nuevas para mí (y creedme si os digo que fue una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida, con lo que si se os presenta una oportunidad semejante no la desaprovechéis).

A la vuelta de mi apasionante viaje había aprendido muchas cosas pero sobre todo había ampliado mis horizontes y abierto mi mente. Quería seguir prolongando ese estado y por ello mi meta ya no podía estar en otra parte que no fuera viajando y viviendo en otros lugares. Mi futuro estaba fuera y mis objetivos se centraban en demostrarme que era lo suficientemente hábil como para adaptarme a otros entornos totalmente diferentes a los que conocía. Descubrí que me gustaba intercambiar opiniones con gente a la que también le gustaba viajar y demostrarse lo mismo que yo.

Tras llegar a esta conclusión me encontraba en una especie de nube. Observaba todo lo que pasaba pero no sabía como razar los primeros pasos del camino que había elegido. Todo era indeciso e inestable. Quería aprender un nuevo idioma pero las plazas de la academia ya estaban colapsadas y mis recursos económicos no eran suficientes como para pagarme un profesor particular. También tenía que recuperar una asignatura pero nada me motivaba para llevar a cabo dicha labor. Quería trabajar pero sin tener que renunciar a seguir aprendiendo. En resumen, pedía “cosas imposibles” tal y como las llamaba mi madre.

Hace tan solo unos meses atrás tuve un conversación muy reflexiva con mi mejor amigo en la cual salió a relucir mi conflicto y el de mi futuro incierto. Sin embargo, mi amigo entendía perfectamente dicho conflicto y a él le parecía algo normal. Lo que yo no esperaba es que a partir de aquello se me fuese a presentar la solución: mi amigo iba a irse a vivir fuera y sin pensárselo dos veces me ofreció la magnífica posibilidad de irme con él. De modo que podría cumplir aquellas “cosas imposibles” gracias a él.

¡Qué gran amigo!

Al principio me asaltaron las dudas y era más fácil buscar excusas para no irme: a lo mejor no hago bien, es muy pronto, acaba primero esto, no vayas a lo loco, cómo vas a irte a vivir allí, qué vas a hacer con el tema de tus medicamentos, como vas a afrontar este dilema si surge allí, y qué va a ocurrir si te pasa esto otro, etc. Supongo que es una reacción normal. La propuesta era estupenda (siendo realistas este tipo de propuestas son casi inexistentes) y era normal que ante tanta magnificencia me achicara.

Cuando lo medité con más calma comencé a darme cuenta de cuanto podía llegar a perderme si dejaba escapar una posibilidad como aquella. Todo lo que me decían que tenía que hacer antes de irme podía esperar por al menos el plazo de medio año. Y si por lo que fuese me iba mal y tenía que volver al menos lo habría intentado y volvería con esa satisfacción y no arrepintiéndome de no haberlo intentado. Volvería incluso con nuevas experiencias y chapurreando un nuevo idioma, ¡qué no es poco!

Por ello y ya más que decidida a comenzar mi camino, me considero dentro del colectivo de los miles y miles de españoles que han emigrado fuera en busca de un mejor porvenir. Un grupo de gente con temores como cualquier persona de este mundo pero que tiene ganas de demostrar lo que vale y eso les incentiva a hacerles frete a los temores.

Mi destino esta vez no era Bruselas sino la capital alemana, Berlín. Mi punto de partida en esta gran aventura. Era el fin de una etapa y el comienzo de una nueva y más incierta, pero que resultaba más excitante que ninguna otra.

¿Qué mejor propósito para este 2013 que el de triunfar y merendarse una ciudad como Berlín?